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Durante el siglo XIX en la agricultura española se desarrollaron dos procesos que modificaron notablemente las estructuras agrarias.
1.En la primera mitad del siglo XIX se produce la llamada revolución agraria, que tuvo como objetivo principal la sustitución del tipo de propiedad del antiguo régimen, caracterizado por la superposición de dominios y derechos sobre la tierra por la propiedad completa, libre e individual que preconizaba el liberalismo económico. Del contenido de este conjunto de reformas hay que destacar:
a. Los procesos de desamortización, que pusieron fin a la propiedad amortizada de la Iglesia (desamortización de Mendizábal, clero regular a partir de 1836 y secular desde 1841) y de los pueblos (desamortización de Madoz de 1855);
b. la supresión de los mayorazgos;
c. la supresión de los señoríos jurisdiccionales y la supresión de ciertas prácticas comunales agrarias, como la derrota de las mieses, que restringían la libre utilización de la tierra a la conveniencia del propietario.
2. El segundo proceso que transformó la agricultura española durante el siglo XIX fue la expansión agraria, entendida como una ampliación de la superficie cultivada, un incremento de la producción y el desarrollo de procesos de especialización productiva orientados hacia la exportación.
LA REVOLUCIÓN AGRARIA LIBERAL
En la primera mitad del siglo XIX se desarrolló un amplio programa de reformas que removerían los obstáculos legislativos e institucionales que frenaban el desarrollo de la producción agraria.
Las desamortizaciones. Uno de los objetivos principales de las reformas fue la supresión de todas las formas de propiedad vinculada. Se perseguían implantar una propiedad libre, individual y plena; la propiedad privada tal y ocmo la concebía el liberalismo. En este sentido las medidas de mayor trascendencia fueron los dos grandes procesos desamortizadores, siendo el de Madoz (1855) el que tuvo mayores consecuencias para la agricultura.
a) Las desamortizaciones provocaron una ampliación de la superficie cultivada.
b) Consolidaron y acentuaron las estructuras de distribución de la propiedad de la tierra. No se cumplió uno de los objetivos de las desamortizaciones: crear una clase de pequeños y medianos propietarios agrícolas. Allá donde predominaba el latifundismo continuó predominando. Ello no quiere decir que no hubiera pequeños propietarios entre los adquirientes de fincas desamortizadas, pero el reparto de la tierra siguió siendo básicamente el mismo.
c) Empeoraron las condiciones de vida de muchos pequeños campesinos. La desamortización de Madoz al acabar con los bienes propios y al privar, por tanto, des su utilización a los vecinos de los pueblos perjudicó especialmente a aquellos más modestos, que encontraban en ellos un medio de completar sus ingresos. Algunos autores han señalado que esto pudo favorecer la emigración de este campesinado hacia los núcleos industriales, incrementando así la oferta de trabajo para el sector manufacturero.
Supresión de los mayorazgos. El mayorazgo es una forma de propiedad vinculada en beneficio de los grandes linajes mobiliarios. La supresión fue paulatina, iniciándose en la constitución de Bayona de 1808. Durante el Trienio Liberal (11-12-1820) se declaró suprimida toda vinculación. En 1824 se anula esta ley y sus efectos volviendo a la situación anterior a 1820. El 30-8-1836 un decreto volvió a poner en vigor la ley de 1820. Con la supresión de los mayorazgos una buena parte de las tierras de la nobleza pasaron a otros propietarios.
Abolición de los señoríos jurisdiccionales. Los señoríos jurisdiccionales consistían en subrogaciones del poder real sobre un determinado territorio en beneficio de un miembro de la nobleza. Este tipo de señoríos había proliferado especialmente desde fines del siglo XIV. Los señores, junto con la jurisdicción, adquirían el derecho a cobrar determinados tributos. Estos señoríos jurisdiccionales se diferenciaban de los antiguos señoríos de solariego o territoriales, en los cuales juntos a esas prerrogativas los señores poseían ciertos derechos sobre la tierra. La legislación abolicionista de la primera mitad del siglo XIX suprimió únicamente los jurisdiccionales, pues eran incompatibles con el desarrollo del nuevo estado liberal. La abolición del régimen señorial se llevó a cabo mediante tres medidas legislativas, en 1811, 1823 y 1837.
Los efectos de la supresión de los señoríos fueron diversos en las distintas regiones. Allá donde los señores puedieron demostrar que sus señoríos eran de solariego pudieron transformar sus vagos derechos de dominios sobre la tierra en propiedad plena. Sin embargo, donde no pudieron hacerlo los campesinos adquirieron la propiedad plena de las tierras que cultivaban. Esto último ocurrió principalmente en Cataluña y Valencia.
Supresión de prácticas agrarias comunes. Una de las más extendidas era la derrota de las mieses que consistía en la utilización colectiva de rastrojos y paja que quedaban en los campos una vez hecha la recolección. Lógicamente esto suponía una restricción importante al derecho de propiedad individual. La supresión de la derrota de las mieses permitió abandonar el cultivo en hojas.
También se autorizó la realización de cercados (1813) con el fin de que los propietarios no se viesen coartados por los ritmos de rotación de cultivos. No era así necesario respetar el sistema de división en hojas de cultivo, ni observar los tiempos y superficies de barbecho.
Este conjunto de modificaciones legislativas e institucionales facilitaron el proceso de expansión de la agricultura española en el siglo XIX.
LA EXPANSIÓN AGRARIA DEL SIGLO XIX
Aumento de la producción de cereales al amparo de una política proteccionista
A partir de 1820 y como consecuencia de la reestructuración de nuestro comercio exterior impuesta por la pérdida de las colonias americanas, se produjo un aumento de la producción cerealista al amparo de una política prohibicionista, primero, y proteccionista, después, de las importaciones de cereales. El objetivo de la política prohibicionista fue reservar a los productores nacionales el mercado interior, primero y colonial, después, buscando así proporcionarles un estímulo para que aumentase la producción. Dicho efecto se consiguió, pues las importaciones desaparecieron, e incluso se llegó a exportar.
El decreto de prohibición de importaciones de 1820 provocó el desarrollo de un comercio de cabotaje entre el puerto de Santander (principal región productora) y el de Barcelona.
El desarrollo del comercio de cereales estuvo acompañado de un proceso de integración de los mercados regionales, que ponía fin a la situación característica del antiguo régimen: fragmentación de mercados regionales, policultivo y fuertes fluctuaciones de los precios. Las ventajas de la integración de los mercados son: disminución de los precios, mejor abastecimiento de los mercados y, por tanto, una disminución de las crisis de susbsistencias y, finalmente, una mejor retribución para los productores.
Desarrollo de una agricultura de exportación
En la década de los años 40 en el continente europeo tuvo lugar un proceso de integración de los mercados. Los países industrializados empezaron a demandar en cantidades crecientes productos agrarios, para alimentar a sus poblaciones en crecimiento. Al mismo tiempo, los países que iniciaban su industrialización necesitaban incrementar sus exportaciones para poder adquirir maquinaria, materias primas, etc.
El valor de las exportaciones de productos agrarios representó entre el 50 y el 60% del valor total de las exportaciones. El grueso de las exportaciones agrarias españolas estuvo integrados por productos mediterráneos: vid y derivados, aceite y cítricos.
a) Exportaciones vinícolas. Dentro de estas exportaciones habría que distinguir las exportaciones de vinos de calidad, vinos de Jerez, de las exportaciones de vinos comunes. Los vinos de Jerez habían ido afianzando sus posiciones en los mercados británicos desde el siglo XVIII. Durante la primera mitad del XIX estas exportaciones mantuvieron una tendencia alcista. A mediados del siglo el sector hubo de hacer frente a un conjunto de dificultades. La más grave fue la inelasticidad de la oferta frente al incremento de la demanda. Hacia 1850 no existían tierras de calidad disponibles para ampliar la superficie cultivada. A esta situación se unieron los efectos de las malas cosechas. Ante la incapacidad de hacer frente a la demanda, los productores comenzaron a mezclar sus caldos con otros de menor calidad. Este cambio de calidad fue acusado por los consumidores ingleses, lo que provocó una progresiva contracción de la demanda y finalmente, la pérdida del mercado. Los productores procuraron encontrar nuevos mercados en el exterior. Ante el fracaso los vinos de calidad se destinaron a la producción de brandy para abastecer el mercado interior.
Las exportaciones de vino común crecieron a finales de los 70 de manera sorprendente. El estímulo procedió del mercado francés. Desde finales de los 60 las cepas francesas empezaron a estar afectadas por la filoxera. Las medidas adoptadas por los productores franceses (tratamiento de las cepas enfermas, replantación con ceptas californianas) se completaron con la importación de vinos comunes de España e Italia.
España y Francia suscribieron el Tratado Comercial de 1882 por el que se reducían considerablemente los aranceles que pagaban los vinos españoles al entrar en Francia. El acuerdo tenía una duración de 10 años.
Al tiempo que aumentaban las exportaciones, los precios comenzaron a manifestar una tendencia a la baja. Esto denotaba que se estaba produciendo una situación de sobreproducción. Cuando en 1892 finalizó el tratado, el sector vitícola entró en una profunda crisis. El exceso de producción no podía ser absorbido por el mercado interior. Los efectos de las crisis del sector se vieron amortiguados por la penetración de la filoxera en territorio español y su progresiva extensión.
b) El aceite. Las exportaciones españolas de aceite de oliva se dirigían a satisfacer la demanda de aceites para alumbrado y lubricantes industriales. La escasa calidad de los aceites no los hacía aptos para el consumo humano. Las exportaciones crecieron en la década de los 70, A partir de este momento aparecieron en los mercados mundiales productos sustitutivos como el petróleo para el alumbrado o los aceites de semilla (colza, etc) para usos industriales. El descenso de las exportaciones obligó a reducir la superficie del olivar. En el litoral mediterráneo los olivos fueron reemplazados por cepas, cultivo en expansión por las exportaciones de vino a Francia
Algunos productos iniciaron una modernización del sector. La introducción de prensas hidráulicas permitió mejorar la calidad de los aceites y orientar la producción hacia el consumo humano. Las exportaciones se dirigieron a partir de ese momento hacia América del Sur e Italia, desde donde eran reexportados, mejorada su calidad y envasados, hacia el merado americano.
c) Los cítricos. La comercialización de la naranja en los comercios exteriores fue tardía. A principios del XIX los mercados internacionales estaban controlados por la naranja portuguesa como consecuencia de sus relaciones con Inglaterra. En 1834 las exportaciones valencianas se dirigían principalmente a Francia.
El gran salto en las cantidades exportadas se produjo en los años 50, como consecuencia de la penetración en el mercado británico.
d) Exportaciones de carne de vacuno. A partir de 1850 se iniciaron exportaciones de carne de vacuno hacia Inglaterra desde Galicia. El desarrollo de estas exportaciones chocó con las estructuras agrarias tradicionales de este territorio. El predominio del policultivo de subsistencia impedía la ampliación de la producción de forraje y el pequeño tamaño de las exportaciones no permitió la acumulacion de capitales necesarios para ampliar la producción.
Pese a todo estas exportaciones facilitaron la introducción de modificaciones en las estructuras agrarias: el modelo de policultivo de subsistencia pierde terreno.
Las exportaciones disminuyeron desde 1884. A partir de esa fecha, la comercialización se hará en el interior peninsular gracias a la apertura del enlace ferroviario con la meseta norte.
CONSECUENCIAS DE LA EXPANSIÓN AGRARIA SOBRE LAS ESTRUCTURAS AGRARIAS
La expansión agraria provocó un notable incremento de la superficie ocupada por los cultivos. La mayor parte de las nuevas tierras fueron absorbidas por el cereal. El resto se distribuyó entre el viñedo, el olivar y otros cultivos mediterráneos. Se produjo una disminución de los barbechos y eriales temporales.
La ampliación de los cultivos se produjo a costa de las superficies de producción espontánea. Esto provocó una profunda transformación de la ganadería.
El aumento de las especies dedicadas a la producción de carne y leche, cerca, vacuno y cabrío, y por otro lado, la disminución relativa del lanar.
CRISIS DE LA GANADERÍA LANAR
La producción de lana se llevaba a cabo mediante la merina, requería pastos frescos y exigía la práctica de la trashumancia. Desde mediados del siglo XVIII, la demanda de subsistencias en el rígido marco de una oferta de tierra inmovilizada por las formas de propiedad y producción creó las condiciones para la ruina de los ganaderos y la eliminación de dichas formas de propiedad. Esto condujo a la supresión del concejo de la Mesta en 1836. Durante el siglo XIX, otros factores provocaron la ruina definitiva de la ganadería trashumante. Factores cmo la aclimatación de la raza merina en otras partes de Europa; el desplazamiento de la lana española en los mercados ingleses por la procedente de Sajonia; la inadecuación de la lana merina a la mecanización que se desarrolla a partir de 1860 y el arancel de Figuerola que autorizaba la penetración en el mercado interior de lanas extranjeras y, finalmetne, el hundimiento de los precios en el mercado interior, desde 1881, que, si bien provocó un aumento de las exportaciones, no impidió que las importaciones continuasen siendo superiores.
Pero las fuerzas que presionaban sobre la transhumancia creaban, a la vez, las condiciones necesarias para el desarrollo de la ganadería estante. Así, hubo un incremento de la demanda de carne. Dicha demanda podía ser atendida por los ganados estantes. Pero sólo en Castilla la Nueva, en posesión de una oveja especialmente dotada para carne, la salida se hizo factible.
EXPANSIÓN DE LA GANADERÍA DIRIGIDA A LA PRODUCCIÓN DE CARNE
El aumento demográfico y la urbanización provocaron una expansión de la demanda de carne. En cuanto al consumo de carne, las preferencias iban en el sentido porcino-ovino-cabrio-vacuno. La ciudad prefiere con mucho al vacuno; le siguen porcino, ovino y cabrío.
LA CRISIS AGRARIA FINISECULAR
La expansión agraria finalizó con la llamada crisis agraria finisecular.
El cultivo de cereal, con una relación tierra-hombre mucho más favorable que en Europa, ofrecía claras ventajas en las zonas de reciente poblacimiento, ya que si se adaptaban técnicas de carácter extensivo y se mecanizaban algunas labores, a pesar de que se obtenían rendimientos más bajos que los europeos, sus costes eran proporcionalmente menores.
Desde la óptica de los exportadores españoles, la crisis consistió no sólo en el riesgo de las importaciones de productos baratos, que desalojaron de sus propios mercados a las producciones nacionales, sino también en la eliminación de sus exportaciones por la irrupción en escena de nuevos competidores que desplazan el marco de la oferta a una nueva escala supracontinental. El fin de las exportaciones hipotecó la posibilidad de acortar las distancias que separaban al país de las naciones europeas más desarrolladas.
España reaccionó con la exportación de minerales y del vino. Como lógica consecuencia de todo ello, los restantes productos agrarios desempeñaron un papel relativo cada vez menor.
a) La crisis triguera. La crisis triguera no consistió tanto en que los precios castellanos bajaran, como en que los extranjeros descendieron aún más. Y así, a pesar de las trabas proteccionistas, pudieron inundar los mercados de la periferia, desalojando de ellos a los trigos de las regiones productoras de nuestro país. Los trigos procedían de Rusia y Turquía.
La reacción consistió en el abandono del cultivo de las tierras menos productivas y con ello descendió la demanda de trabajo en el campo; el paro comenzó a generalizarse, la producción disminuyó y, en fin, las importaciones del extranjero no consiguieron impedir la caída del consumo de trigo en el país.
Los labradores no hicieron esfuerzos por modernizar sus explotaciones. Las únicas respuestas fueron los aranceles y la devaluación de la peseta. Con ello se intentaba asegurar el mercado interior. Esto conducía hacia una vía de desarrollo mirando hacia dentro
b) La crisis de los cultivos mediterráneos. La oferta acabó por superar a la demanda, y desde fines de la década de 1880-1890 los precios empezaron a declinar y las exportaciones se derrumbaron. La reducción de la demanda francesa, resultado de la replantación del viñedo francés y del peso creciente de la producción argelina, hizo caer las exportaciones italianas, españolas y portuguesas.
c) La crisis en el sector ganadero. Las dificultades en el sector aparecen desde mediados de la década de 1880-1890. La gandería sufrió el doble efecto de la expulsión de los mercados internacionales, primero, y la presencia de productos ganaderos foráneos en los centros de consumo autóctonos, después.
La agricultura española cumplió a duras penas durante el siglo XIX algunos de los requisitos que los economistas consideran indispensables en un proceso de crecimiento. No proporcionó alimentos suficientes para mantener la población urbana, lo que se tradujo en una dieta exigua. Tampoco fue demandante de productos industriales, ya fueran bienes de equipo o artículos de consumo. No contribuyó, por tanto, a estimular la industrialización.2º Léetelo detenidamente intentando comprender todos los conceptos
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Revolución agraria:
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Hace 15 años